Si tienes un problema muy agobiante,
una necesidad muy grande en tu vida;
tal vez el problema es que monopolizas toda la plática con Dios y
no le estás escuchando a Él para nada.
¡Deja de hablar tanto y toma tiempo para escuchar!
Escucha la Palabra de Dios.
Quédate en silencio y deja que Él te hable.
Cuando estés en silencio esperando en Él,
escucharás un susurro, una suave voz.
Alguien llamó a eso “un impulso divino”,
pues es una impresión en tu corazón indicándote que
tienes que hacer algo en particular.
Algunos creen que orar significa seguir pidiendo y pidiendo,
seguir hablando y rezando y rogándole al Señor con una gran palabrería y
una gran insistencia para convencerlo de que nos conceda lo que queremos.
Este tipo de oración no demuestra mucha fe,
ni confianza en que Él va a responder.
Todo lo contrario , demuestra tu falta de fe e incredulidad,
pues dudas que Él ya te oyó y que la respuesta está en camino.
Cuando ores, no necesitas seguir pidiéndole lo mismo e insistir
con tantas palabras tratando de expresar lo que quieres.
Lo que en verdad necesitas es seguir ‘creyendo’,
y ‘esperando con fe’.
¡Espera que Dios te responda!
La respuesta está en camino,
¡Dios responderá!
¿Sabías que el sentido más sublime de la oración no es insistir o demandar a Dios?
Es entrar en comunión con Él,
remontando todo nuestro ser hacia los cielos y
esperando con fe la respuesta divina.
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